Jornada avícola

Hablar de una situación generalizada de falta de rentabilidad en el campo granadino no es nada nuevo, pero que unos sectores agudizan más que otros esa situación tampoco lo es. Y aunque en tiempos de vacas flacas ninguno se salva, parece que cuando se controla los medios de producción, al menos, aquellos que se circunscriben a la explotación agraria o la granja de ganado se puede aplicar más justificadamente aquello que los lugareños proclaman cuando algo no les cuadra y que viene a decir que en mi hambre mando yo. Esto que al final se traslada en la competencia de toma de decisiones en algunos sectores como es el caso de la avicultura no es de aplicación, es decir, que quien decide no es el sujeto endeudado hasta los dientes con el banco por haber tenido el desacierto de enrolarse en la actividad de engorde de pollos, pues aunque la nave que albergará dicha odisea se ha construido a base de sudor y lágrimas (del granjero) el que se lleva los cuartos es la integradora (dícese de aquel que decide el como, el cuando y el donde y que de asumir riesgo muy poquito). Las condiciones leoninas que imponen a los granjeros a modo de mafia siciliana se han de respetar, de no ser así les aplicaran la formula infalible de cortarle en pienso (es decir no posibilitar que desarrolle la actividad) con técnicas a todas luces bien vistas o justificadas "por razón de mercado" pero qué al final conllevan al imcuplimiento por parte del granjero del pago de la letra de la nave. Ante esta situación de impotencia ayer recurrimos de nuevo a la sensibilidad de la administración autonómica, al final de la reunión nos quedó el sabor agridulce del compromiso sin fecha y con él la frase de siempre "los animo a seguir en la brecha el futuro es de los que no abandonan". Este mensaje contrastaba con las miradas perdidas de los que no ven más horizonte que la fecha en la que se verán obligados al abandono de la granja. La máxima la ponía alguien de la tercera fila "hay una profesión más difícil que la de ganadero".