viernes, 28 de agosto de 2009

De vinos...








Raro es que un ciudadano de cualquier confín de la provincia de Granada no sepa que en nuestra tierra se hacen vinos de calidad, que se elaboran en bodegas muy artesanales y además en ocasiones centenarias, cuyas barricas oscuras y agrietadas contrastan con métodos de elaboración muy profesionales y rigurosos. La tarea de elaborar vino no es nada fácil, si el reto es producir un buen vino la cuestión es altamente complicada. La maduración, los tiempos, el control y hasta el mimo debe ser altamente cuidadado.
Hoy el día lo he pasado con unos maestros del vino Juan y Paco de la Bodega de Cuatro Vientos, enclavada en la cresta de la Sierra de la Contraviesa, término de Murtas, en el corazón de la Alpujarra Granadina, desde donde se divisa la cumbre nevada de la sierra y la costa mediterránea, si el día lo permite incluso el norte de África, pues bien ambos han dejado al lado sus responsabilidades para compartir unas cuantas horas con este neófito de los vinos.
Estaba de suerte, en el día de hoy daba comienzo una nueva etapa en la historia de los vinos de esta bodega, porque si algo hay vital en la consecución de un buen caldo eso es la vendimia. Con los cinco sentidos puestos en la recolección de la uva y con toda una vida por delante se obtendrán los diversos matices de color, los aromas más penetrantes, los bouquets más delicados para armonizar el maridaje más equilibrado entre vino y comida. El preparar un vino requiere de sabiduría, arte, experiencia y sentimiento y eso que al final simplemente deriva en una cuestión de gusto es lo que saben hacer en Cuatro Vientos.
Llegó el momento de servir el vino, inauguró la copa el rosado elaborado a partir de la variedad Syrah y tradicionales, de color rojo grosella y a punto de frió me invitó a pensar que estaba ante un vino elegante, después le tocó el turno al espumoso, las copas de flauta fueron las que revelaron la belleza de vino de color amarillo verdoso, nariz fresca y con tonos herbáceos a ribera mediterranea nos invitaba a pasear por la majestuosa bodega y digo bien porque las reformas realizadas le han dado el caché del paraíso del vino, haciendo gala a un refinado espacio que permite la entrega de cuantos viajeros llamados por el enoturismo decidan adentrarse en el corazón de esta bodega.
Continuó la visita y nos dieron las 7, las 8, las 9 y las 10 y entendí que había llegado el final de este bello viaje, no sin antes reconocer que el trato y la cordialidad recibida de Juan no puede ser más exquisita.

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