.jpg)
Calificar de acierto rotundo la convocatoria de huelga invita a pensar que no se utilizan elementos objetivos para cuantificar el seguimiento de
trabajadores a la misma. Dicho esto, tampoco seria justo definir de garrafal fracaso el acto de protesta del 29S. En consecuencia, un acto sin pena ni gloria o lo que es lo mismo nadie
perdió ni ganó, o lo que es igual empate técnico, término mas
sociologicamente correcto para entender que el pulso no
fue ganado por ninguno de los contrincantes, pero que sirvió para que los
trabajadores y
trabajadoras salieran a la calle a decir que no estaban de acuerdo con la
política del Gobierno. Los
cánticos con alusiones continuas a Zapatero se sucedieron a lo largo de la manifestación, desde "Zapatero cabrón trabaja de peón" hasta aquellas mas
sofisticadas que
maridaban sentimiento, reflexión y alguna que otra pizca de adversidad
política y que mandaba al mandatario de la
Moncloa a picar donde lo hacen las gallinas. Ni todo es bueno pero tampoco es malo,
dejemoslo en lo que se llama la
equidiscencia oportuna que obliga hacer lo que manda la situación aunque los principios quedan a buen recaudo mientras pasa la tormenta. A
nadie se les escape, incluso a mi, que la situación es de
órdago y que las soluciones nadie las guarda en las
chistera, ojala con el anuncio de una convocatoria de elecciones nos
adentraramos en el camino que pusiera fin a esta regresión maldita y que está quitando los sueños a miles de familias, a cientos de jóvenes sin trabajo o lo que es peor sin expectativas, a miles de mujeres que nunca han trabajado y que
posiblemente nunca
accedán al mercado de trabajo, a miles de inmigrantes que comprueban que su sueño se ha truncado y que el retorno a su
países se acerca, con todos ellos sin
excepción este
país tiene una deuda. Hoy ha sido día de análisis sindical: el trabajo de los piquetes, de tantos por cientos, de pasar lista, de reflexionar sobre lo que no y si se
debía haber hecho, de la respuesta de los medios de
comunicación, de aventurar la próxima manifestación, de contar las
anécdotas que marcaron la jornada nocturna, de estudiar la
excasa participación en algunos sectores, en definitiva, de hacer critica y
autocritica de lo que
debió ser y no
fue.
Así las cosas y con todo lo que está cayendo me siento hoy más que nunca un
previlegiado.