viernes, 1 de octubre de 2010
El rastrojo de la huelga
Calificar de acierto rotundo la convocatoria de huelga invita a pensar que no se utilizan elementos objetivos para cuantificar el seguimiento de trabajadores a la misma. Dicho esto, tampoco seria justo definir de garrafal fracaso el acto de protesta del 29S. En consecuencia, un acto sin pena ni gloria o lo que es lo mismo nadie perdió ni ganó, o lo que es igual empate técnico, término mas sociologicamente correcto para entender que el pulso no fue ganado por ninguno de los contrincantes, pero que sirvió para que los trabajadores y trabajadoras salieran a la calle a decir que no estaban de acuerdo con la política del Gobierno. Los cánticos con alusiones continuas a Zapatero se sucedieron a lo largo de la manifestación, desde "Zapatero cabrón trabaja de peón" hasta aquellas mas sofisticadas que maridaban sentimiento, reflexión y alguna que otra pizca de adversidad política y que mandaba al mandatario de la Moncloa a picar donde lo hacen las gallinas. Ni todo es bueno pero tampoco es malo, dejemoslo en lo que se llama la equidiscencia oportuna que obliga hacer lo que manda la situación aunque los principios quedan a buen recaudo mientras pasa la tormenta. A nadie se les escape, incluso a mi, que la situación es de órdago y que las soluciones nadie las guarda en las chistera, ojala con el anuncio de una convocatoria de elecciones nos adentraramos en el camino que pusiera fin a esta regresión maldita y que está quitando los sueños a miles de familias, a cientos de jóvenes sin trabajo o lo que es peor sin expectativas, a miles de mujeres que nunca han trabajado y que posiblemente nunca accedán al mercado de trabajo, a miles de inmigrantes que comprueban que su sueño se ha truncado y que el retorno a su países se acerca, con todos ellos sin excepción este país tiene una deuda. Hoy ha sido día de análisis sindical: el trabajo de los piquetes, de tantos por cientos, de pasar lista, de reflexionar sobre lo que no y si se debía haber hecho, de la respuesta de los medios de comunicación, de aventurar la próxima manifestación, de contar las anécdotas que marcaron la jornada nocturna, de estudiar la excasa participación en algunos sectores, en definitiva, de hacer critica y autocritica de lo que debió ser y no fue. Así las cosas y con todo lo que está cayendo me siento hoy más que nunca un previlegiado.
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