Subyace la sensación de haberme ausentado un largo periodo de tiempo, ya sé que no es más que una percepción errónea o tergiversada que nada tiene que ver con la realidad, del 21 al 31 solo hay una decena de días, que sí que entre que vas y que vienes la simplificación llega al extraordinario limite de una semanilla escasa. Como se suele decir si no fuera por lo que es la verdad cabria la amplia posibilidad de plantearse de forma reiterada si vale la pena ir o no, y lo digo porque amen de las cervicales, el cansancio generalizado, el malestar de estómago, dios mio cuanto picante le echan a las comidas, el hinchazon de pies, es decir el tromboembolismo venoso o síndrome de la clase turista, que nada tiene que ver con el síndrome de la clase bussines, aquella que la cosa te puede salir por 3.500 euros o el malestar intenso de los primeros días que no te lo quita ni el doctor House, el viajecico se las traes. Claro para otros la cosa es bien distinta, incluso si las turbulencias invitan de forma constante a fijarse el cinturón y a escuchar el din don, que por mucho que quiero siempre estoy expertante con las palabras que nos larga el Comandante de la nave, además cuando dijo antes del despegue del aeropuerto de Lima que viaje seria tranquilo porque la climatología así lo tenia previsto y transcurrida la media hora comenzá a encenderse la luz del cinturos, dije malo y a ahi comenzé a preocuparme, lo debo confesar la luz del cinturon me pone más nervioso que cuando la guardia civil enciende el rotativo y me invita a salirme de la carretera, al menos esta situación ofrece margen a pensar me caerá o no, pero lo otro si que pienso que el mínimo estallido de luz es para avisar de ponerse cuanto antes los chalecos salvavidas. En fin, que esto es lo que me espera y que pensaba que con el tiempo esta situación iría remitiendo, para nada, cada vez se acentúa más. No obstante, esta situación la vivo yo y creo que yo, pues Enrique se quedó más dormido que un lirón nada más guardar el avión las ruedas y ya sobrevolando Lisboa, es decir 11 horas más tarde abrió los ojos despertado por el carro del desayuno que a esa hora ocupaba el pasillo central, a continuación con voz ronco y perturbada por largas horas de sequedad dijo "queda mucho". Que suerte la suya y que desgracia la mía.
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